Información facilitada por el ayuntamiento a través de su web acerca de Doña Antonia Artigas Comas.
El nombre del Colegio Público de Gérgal (C.E.I.P "Antonia Artigas") es debido a Dña. Antonia Artigas Comas (1884-1973) que estuvo casada con D. Joaquín Tena Sicilia, médico pediatra y cirujano de Madrid, nacido en Abla, que lleva también su nombre en el Colegio Público de su pueblo (C.E.I.P. "Joaquín Tena Sicilia"). De este matrimonio nacieron seis hijos, el mayor de ellos, D. Joaquín Tena Artigas, fue Director General de Enseñanza Primaria durante el período 1956-1968, y en su honor los colegios de Abla y de Gérgal llevan los nombres de sus padres. El promotor de este nombramiento en Gérgal fue D. Adelardo Martínez Fernández, primer director de la Agrupación Escolar Mixta "Antonia Artigas" que se puso en marcha a mediados de los años sesenta con la construcción del Grupo Escolar que agruparía las distintas escuelas unitarias de la localidad.
Dña. Antonia Artigas Comas nació en Barcelona el 13 de febrero de 1884, allí cursó sus estudios en un Colegio de las Religiosas Dominicas, aprendiendo también piano y canto. El 24 de junio de 1914 contrajo matrimonio en Mataró (Barcelona) con el doctor D. Joaquín Tena Sicilia, hijo del médico de Abla, D. Pedro Tena Avalle, y de Dña. Carmen Sicilia Álvarez, hija de D. Joaquín Sicilia Gallego que había sido médico del Rey en Madrid. Enviudó pronto, en 1828, y decidió quedarse a vivir en Madrid, a pesar de que toda su familia estaba en Barcelona. Se ocupó del cuidado y educación de sus hijos, de los cuales el mayor contaba con sólo doce años. Pasó grandes calamidades, especialmente durante la Guerra Civil. Dedicó su vida a sus hijos y a ayudar a las personas necesitadas, a pesar de las dificultades económicas que atravesó.
Videomontaje de Kike Górriz ofrecido a la comunidad escolar con motivo de la Jornada de puertas abiertas, celebrada en el CEIP ANTONIA ARTIGAS, de Gérgal, el 17 de Mayo de 2011.
Acertadísima banda sonora sobre imágenes viradas, dando forma a una fábula digna de los tiempos moros, que emocionó a la comunidad escolar durante un ratito. Nostálgico recuerdo para todos los gergaleños pero al mismo tiempo, mensaje de esperanza hacia un futuro que afrontamos con confianza.
Imágenes en vídeo de la exhibición de gimnasia que tuvo lugar el martes 17 de Mayo de 2011 en el nuevo gimnasio del colegio con motivo de la celebración de la Jornada de puertas abiertas.
Gracias Jezabel, Almudena y Nadia por hacer las delicias del público con vuestras piruetas. Por cierto, Jezabel, date cuenta como el delegado juega contigo fingiendo temor ante la posibilidad de que le caigas encima. Tú nunca le caerías encima. Solo hay que ver cómo te mueves. Ánimo y a seguir adelante.
Me he decidido a escribir lo que sigue con el objeto de exponer mis ideas y mis opiniones con respecto al debate del cambio de nombre del cole. Por favor, si eres un intolerante, no lo leas. En primer lugar quiero agradeceros sinceramente vuetra participación en este debate acerca del cambio del nombre del colegio. Por primera vez en mucho tiempo, este blog ha servido de punto de encuentro y foro de opinión acerca de un tema que realmente interesa a todos. Quiero agradecer también vuestro cariño, que se hace evidente con vuestras palabras, hacia este centro, llámese Pepe, llámese Juan. El caso es que os sentís identificados con él y eso prueba vuestro compromiso, vuestra lealtad a vuestras raices y a vuestro propio crecimiento como ciudadanos, en el cual este centro y su profesorado han jugado un papel crucial. También, cómo no, mi agradecimiento a todo el profesorado, que, decididamente y no sin ninguna traba, han querido explotar, durante este curso, este recurso tan sumamente eficaz que es nuestro Blog. E indudablemente, tengo que decir que la seño Davinia ha estado acertadísima a la hora proponer a los alumnos poder ofrecer su opinión de forma totalmente libre y sin coacciones de ninguna clase.
Y en la misma línea de franqueza quiero seguir yo al comentaros lo siguiente.
En algún comentario se podía leer: "Pero dónde hay que votar?". Lamento deciros que no existe ningún sitio para votar. La decisión del cambio de nombre del colegio no es una cuestión, tal y como se ha planteado en este centro, en la que los alumnos tengan gran poder de decisión. Es el Consejo Escolar del centro, y con él toda la comunidad educativa , incluido el alumnado, el que la adopta. Y esta decisión ya está adoptada. Quizá esta "encuesta" haya llegado demasiado tarde. Pero lo importante es que empiece a oirse vuestra opinión.
Seguidamente, quisiera deciros que un servidor, el maestro Pedro, está a favor del cambio de nombre del cole. Y quisiera explicaros por qué. Ya sé que es difícil convencer a nadie. Alguno/a de vosotro/as estais entrando en una etapa de la vida donde termina de formarse la personalidad, y la defensa a ultranza de vuestras opiniones supone una ocasión de reafirmaros a vosotros mismos como personas. Este desarrollo personal hacia la madurez es individual, eres tú el que tiene que hacer el esfuerzo por convertirse en adulto contando con el apoyo y la comprensión de las personas que te rodean: famila, maestros, sociedad... Así que simplemente, al igual que vosotros, expresaré lo que pienso.
Estoy a favor del cambio de nombre del colegio porque no representa para nada a Gérgal. Vosotros sabéis que cuando se realiza un trabajo, hay que ponerle un título, un nombre. Un título en el cual se condense todo el contenido del trabajo. Con el nombre del cole, pasa lo mismo. El que estuviera el otro día en el acto con el delegado pudo oir que algún integrante de la mesa, creo que fue el maestro Paco, dijo: " Dudo de que Antonia Artigas haya pasado alguna vez por este pueblo". Y es que esta venerable anciana no era de Gérgal. Ni era Maestra. Ni tampoco hizo nada especial por este pueblo. ¿Y ese es el nombre que queremos para nuestro cole? ¿El de una respetable señora que no ha vivido nunca aquí?.
Hay quien dice que cambiarle el nombre al colegio es una injusticia. Que no hay derecho. Yo les diría que no es conveniente confundir las cosas, por el propio bien de uno. Una cosa es que a mi no me guste una cosa, y otra, que no haya derecho a ella. Pensad. Si tanto hemos trabajado el tema de los derechos en clase... ¿por qué ahora nos obstinamos en pensar que si no es como yo pienso o me gusta, ya no hay derecho?. Sabéis que cada uno puede tener su opinión y que esta es muy respetable siempre y cuando no dañe a los demás. Claro que hay de derecho a que uno quiera cambiarle el nombre al cole. El mismo derecho que tienes tú a pensar que no se lo cambien. Vamos a aprender realmente a respetarnos. El derecho a ser respetado y tenido en cuenta empieza precisamente de ti hacia los demás, no de los demás hacia ti. Sé que es difícil de entender, pero es el único camino, así que tendrás que esforzarte.
Hay quien dice también que Calar Alto no pinta nada aquí. Sin duda se trata de alguien joven que no conoce la historia del pueblo. Así que permite que te cuente un poco.
El Calar Alto es algo más que donde se va en invierno en el pueblo a ver la nieve. Es un monte de nuestro pueblo que alberga uno de los telescopios más importantes instalados en la península, desde el cual se han realizado valiosos descubrimientos astronómicos. Hasta es posible que alguno de los datos que figuran en tu libro de cono hayan surgido con estos descubrimientos. Es gracioso ¿eh? Desde el Calar Alto a los libros, y desde los libros, otra vez a Gérgal. Y tú me dirás que eso ya lo sabías y que te importa poco el telescopio, la nieve, o incluso cono. Pero lo que tú no sabes es que gracias a la construcción del Observatorio del Calar Alto, tu pueblo empezó a aparecer en los mapas. Hasta entonces, tu pueblo era casi un villorrio. Y que no hay familia en el pueblo en la que uno o muchos de sus miembros no hayan obtenido trabajo en la década de los 70 gracias al Calar Alto, cuando más deprimido y con menos habitantes estaba nuestro pueblo . Quizá si no hubiera sido construído en su momento el observatorio, tú no te sentarías hoy día en una silla nueva en una mesa nueva en una clase nueva en un cole nuevo.
¿Preferirías quizá vivir en un pueblucho? No te equivoque. Piensa un poco. El observatorio le dió la vida al pueblo, y, aunque tú no lo hayas vivido, lo saben tus mayores.
Y sobre todo, hay quien dice que el colegio se debe llamar así porque de toda la vida se ha llamado así. Mirad. Dentro de nada muchos de vosotros vais a tener que estudiar filosofía, la ciencia de las ideas. Dijo un filósofo griego, que eran los mejores de su tiempo, llamado Heráclito de Éfeso, que en la vida nada es permanente a excepción del cambio. Piénsalo. Todo cambia en esta vida, y tú cambias con ella. Te haces cada vez más grande y mejor persona. ¿Que pasaría si tu madre no te hubiera dejado crecer porque piensa que siendo pequeño eres más bonico?. Dirías que no te deja vivir. ¿Qué pasaría si, en vez de haberse construído la autovía de tu pueblo, los coches pasaran todavía por la plaza? Sería imposible, y si no fíjate los domingos y cuenta la de coches que pasan.
Pues igual pasa con todo, incluído los colegios. Siempre hay que andar hacia delante, buscando cómo mejorar. Pero para eso hay que ser humilde y reconocer los propios fallos. El orgullo, a veces, nos impide aprender y con ello, progresar. Si considero que lo que yo pienso es siempre y tiene que ser siempre así, me quedaré estancado como un sapo en una charca que poco a poco se va secando con el paso del tiempo. Decir que las cosas tienen que ser siempre de una determinada manera es un punto de vista egoísta del cual debes ir apartándote en la construcción de tí mismo como ciudadano.
Y si has sido capaza de llegar hasta aquí, te invito a ver un montaje basado en un experimento real que explica cómo el ser humano hace las cosas muchas veces sin saber por qué.
Si después de ver esto sigues pensando que las cosas no pueden o no deben cambiar, y todo debe seguir siempre igual, yo seré el primero en respetarte y ofrecerte este blog para que expongas tus ideas.Pero por favor, no sigas llamando injusto al que defiende unas ideas sin molestar a nadie. Un cariñoso saludo.
Aquí tenéis un capítulo de un libro. Espero que os guste y despierte vuestra curiosidad:
El armario de Camila
CAPÍTULO 1: UN TABO
–CAMILA baja, que está el desayuno.
«El desayuno, el desayuno ¿y qué?», pensaba Camila tras echar una ojeada al caos revoltoso de su habitación. Y es que aquel desorden no había por donde cogerlo: calcetines sin pareja, los vaqueros hechos un lío y dentro de las botas de agua, el paraguas totalmente descuajeringado y metido en la papelera, varios libros apilados, por no decir tirados sobre la mesita de noche, hasta su oso de peluche preferido asomaba una oreja por debajo de la cama. «¡Oh, no!», el edredón se había confabulado contra ella y allí estaba haciendo las veces de alfombra. «La pena es que no puedo hacer desaparecer todo esto. Bueno, utilizaré el viejo truco. ¡Todo al armario!» Camila recogió todo aquel barullo colorista. Como pudo abrió las puertas del armario y lo metió dentro. Empujó, empujó y fue cerrando casi al mismo tiempo a fin de que no se le viniera encima la avalancha de cosas. ¡Cerrado! Miró la habitación y se dijo satisfecha: «en fin, no ha quedado tan mal». Estiró el edredón sobre la cama y terminó de vestirse. De nuevo la voz de mamá: –Camila, ¿bajas? Esta vez el tono era más imperioso e impaciente. –¡Voy! –dijo Camila–, no encuentro mi otra bota azul. –Está aquí en la cocina, para variar –dijo Doro. Doro era la madre de Camila. En realidad se llamaba Dorotea por una tatarabuela suya, pero que a nadie se le ocurriera llamarla así porque podría peligrar su vida. Dorotea, digo Doro, adquirió este diminutivo desde pequeña y se prometió a sí misma no utilizar ningún nombre de los antepasados para sus hijos si algún día los tenía. El ejemplo de que cumplió su promesa fue que cuando nació Camila, pues eso, le puso Camila y se saltó a la torera toda la tradición familiar. –¡Vaya!, otra vez he perdido una bota –dijo Camila en voz alta–. Bueno, bajaré con una bota y una zapatilla, ¡puede ser divertido! Y salió de su cuarto. Empezó a bajar la escalera. –Bota, zapatilla, bota, zapatilla,... Pero, ¿y si las palabras se vuelven traviesas? Entonces diría tabo, llatipaza. ¡Qué pasada! Llegó de esta guisa a la cocina. Su padre, Víctor, engullía deprisa unas tostadas ayudado por sorbitos de humeante y oloroso café.
–Buenos días Camila –dijo Víctor en voz baja y con la boca llena de pan–, trata de no poner a mamá nerviosa, y por favor Camila, recoge tus cosas. Pero Doro oyó el cuchicheo: –¿Qué tramáis a mis espaldas? Y su voz sonó a metal húmedo porque estaba prácticamente tragada por la lavadora. Los dos se echaron a reír. –Muy graciosos, muy graciosos –dijo Doro sin sacar la cabeza del artefacto lavador, como lo llamaba la abuela Adelaida. –Mamá, ¿dónde está mi tabo? –preguntó Camila con cara de angelito. La madre salió de la lavadora. –¿Tu qué? –preguntó Doro presa de desasosiego. –Mi tabo, mamá. Y Camila se guardó la risa dentro del tazón de copos de maíz. Algunos salieron volando por el resoplido. La niña observó divertida a sus padres. Se miraron entre ellos, luego la miraron a ella: –¿De qué hablas Camila? –preguntó Víctor–, ¿acaso es algún trabajo para el cole? Camila no pudo aguantar más y soltó la carcajada con el consiguiente espurreo de leche. Decidió sacar a sus padres, ¡pobres adultos!, de aquella incertidumbre. Pero ya mamá estaba regañando: –Camila eso no se hace, tienes ya nueve años, mira como lo has puesto todo. Víctor, ¡dile algo por favor! –Veamos Camila –dijo Víctor–, para empezar no se espurrea la comida, por supuesto ahora lo limpiarás todo y... –Es que me ha entrado una risa –dijo Camila– que... –¡No me interrumpas! –cortó Víctor–, ¿estamos? Camila asintió con la cabeza. –¿Y qué es eso del tabo?, ¿un trabajo sobre un animal exótico? Camila negaba. –¿Un mural sobre alguna máquina? De nuevo Camila negaba con la cabeza y como veía que a su padre se le acababan los argumentos sobre trabajos para el cole, confesó: –Yo sólo he preguntado por mi bota, mi otra bota, ¿recuerdas mamá? –Y enseñó el pie con zapatilla por debajo de la mesa. –Vamos Camila yo he oído tabo, en cuanto a tu otra bota está allí –y la madre señaló con energía el verdulero. Efectivamente, la niña vio como su bota se encontraba en la última cesta del verdulero rodeada de tomates rojos, lechugas verdes y apios floridos. –¡Ah!, ¡qué bien!, por fin encuentro mi tabo, menos mal que no ha pasado la noche sola –dijo Camila mientras se levantaba para ir a cogerla–. Ha estado con sus amigos los tesmato, los nospipe y doña gachule y ellos la han cuidado. –Pero ¿qué dice esta niña? –preguntó Víctor que en aquel momento se encontraba delante de la vitrina de los vasos. –Papá, ¿tú sabes hablar con los muebles? –¡¡Camila!! –Está bien, yo sólo quería –dijo Camila con la mejor de sus expresiones– jugar con las palabras, con las cosas, ¿comprendes? Pues no, por la cara que ponía Víctor se veía que no entendía nada. –Sentaos un momento que os lo explique –dijo Camila. Los padre se sentaron a pesar de que el tiempo se les echaba encima. De hecho, Víctor miró impaciente el reloj. –No voy a tardar nada. Mirad, se cogen las palabras y se les da la vuelta, por eso la palabra «bo–ta» se convierte en «ta–bo», y así con todas. –¡Ah! –exclamaron casi al unísono Doro y Víctor. Y sin salir de su asombro se levantaron para seguir la marcha del día una vez solucionada la crisis. –Pues bien señorita Camila –dijo Víctor–, como veo que ya has encontrado tu tabo, te la pones, recoges esto (señaló la mesa) y ¡N O S V A M O S! «¡Uf!, esta palabra es de las que se hacen grandes así que... ¡Camila a correr!» Desde la puerta de la calle y mientras Víctor sacaba el coche del garaje, Camila gritó: –Mami, ¿te ha gustado el juego?, luego si quieres seguimos. ¡Adiós roDo! Se oyó un buen portazo. Sin intención, claro. Lo cierto es que aquella mañana corría un viento fuerte y maleducado que pretendía culpar a las niñas de los portazos de las puertas, de la caída de los tendederos,... –¡Camila! –oyó a través del blindaje de la puerta. Pero la niña estaba sentada ya dentro del coche y Víctor arrancaba a toda pastilla, eso sí, con prudencia.
"EL ARMARIO DE CAMILA" CARMEN RAMOS Editorial. ARGUVAL. Málaga
A petición de los alumnos de tercer ciclo, hoy voy a contaros la historia de un hombre que, gracias a su afán de superación y a la ayuda y comprensión recibida por parte de los que le rodeaban siendo niño, consiguió morir rico y famoso a pesar de las graves deformidades con las que nació, y que ya, de antemano, le habían condenado al fracaso y a la burla de los demás. Todo un ejemplo. También os ofrezco unas fotos y una película que realizó en el año 1900. Espero sea de vuestro agrado. Puedes dejar tus comentarios.
Nikolai Wassiljewittsch Kobelkoff nació en Wossnesensk, Siberia, Rusia, el 22 de julio de 1851, siendo el decimocuarto hijo de dos padres normales, con todos los hermanos y hermanas normales. Sus padres, avergonzados de su niño deforme, lo ocultaron de la vista de los aldeanos locales, los cuales, asustados, se santiguaban y miraban hacia otro lado cuando Nicolás y su madre pasaban.
A pesar de las supersticiones que rodean el nacimiento del niño sin extremidades, asistió a una escuela de primaria, donde un maestro le enseñó a escribir con una pluma entre la barbilla y el muñón del brazo. A patir de ahí, desarrollaría su afición a lo que fue su gran pasión durante el resto de su vida, el dibujo y la pintura. A los dieciocho años, Kobelkoff empezó a trabajar de contable en el negocio minero de la familia.
En 1871, un showman llamado Berg oyó hablar del joven sin extremidades y le ofreció montar un espectáculo en un teatro de San Petersburgo. Durante los siguientes dos años deleitaba al público con tareas cotidianas como enhebrar una aguja, cargar una pistola, apagar una vela y, por supuesto, el dibujo y la pintura. Él podía subir escaleras, subir y bajar de una silla, e incluso realizar acciones temerarias como escapar de la jaula de un león (con el león dentro, naturalmente).
Kobelkoff se convirtió en una sensación internacional, gracias a una larga gira por todos los países europeos. En 1875, conoció a Anna Wilfert, una mujer de Viena. Su boda tuvo lugar en Budapest ese mismo año. Llevó su anillo de bodas en una bolsa alrededor de su cuello y lo deslizó en su dedo con los dientes. Anna pronto se quedó embarazada y tuvieron su primero de sus once hijos en junio de 1876.
Por muy querido que llegó a ser en Europa y América, también tenía un lado oscuro. Él era abusivo hacia Anna, la golpeba con el muñón del brazo y solía gritarle obscenidades. Y parece ser que tenía problemas con la bebida.
Con el dinero que había acumulado a lo largo de los años, Kobelkoff construyó un parque de atracciones, muriendo en enero de 1933, en su casa en Austria, siendo hombre rico y realizado.
Todo esfuerzo merece su premio. Estas son unas imágenes, cedidas por Marina, del día de la clausura de la "semana del libro" que hemos llevado a cabo en nuestro centro y que corresponden a la entrega de los trofeos acreditativos a los mejores lectores, aquellos que se esfuerzan en aprender; que fue precedida por un cuentacuentos. Enhorabuena a todos.